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Arts escèniques, Festivals 27/02/2012 Jordi Duran i Roldós
Signa
Per Jordi Duran i Roldós, director artístic de FiraTàrrega. Article publicat a artezblai.com
Son las tres de la tarde y hace un calor horrible, muy pegajoso. Estamos en el patio de un chalé en una urbanización de gente relativamente bien. Somos unos cuarenta. El mismo demonio, orondo y sudado, sale a recibirnos en bata. Nos ofrece una bebida y nos pregunta de dónde somos. –Nosotros venimos de Barcelona -le contestamos. -¿Se peca mucho en España? Tengo entendido que es un país muy caluroso- nos suelta. Le sonrío y se me acerca. Su olor es ácido, muy fuerte. Me coge de la mano y me lleva a la entrada del domicilio. Eso me pasa por hablar. Un chico rubio, con los hombros enrojecidos, y que viste como un soldado soviético de la segunda guerra mundial, se aparta del sol e invita a cinco personas más a acompañarme. El demonio me pide que llame a la puerta y llamo sin rechistar.La chica que nos recibe se parece mucho a uno de esos espectros de pelo largo y oscuro que aparecen en las películas de terror japonesas. Lleva recogida en el cuerpo una cuerda gruesa que despliega para ofrecérnosla, como si de una siniestra maestra de guardería se tratara. Nos agarramos a la cuerda y salimos a un patio trasero. Se me encoge el estómago al ver los cuerpos semienterrados y humeantes repartidos en montones por todo el jardín. Brazos, zapatos, piernas, manos… Cruzamos el patio y llegamos a un trastero mohoso lleno de herramientas viejas. Allí nos habla por primera vez y nos dice que los personajes que habitan la casa son almas condenadas, que las escenas que viviremos son restos de la tragedia vivida en aquella morada, situaciones impregnadas en sus paredes como desconches o roces. Tras estas palabras, cruzamos de nuevo el patio, la cocina y entramos en un comedor ochentero que huele a puro.